Desde el inicio de su carrera como periodista a la edad de 17 años, Markham Nolan ha sido testigo de un intrigante cambio en la industria mediática.
Estamos atravesando una etapa notable, caracterizada por una agitación palpable en el mundo de los medios de comunicación. Sin embargo, esta disrupción no se limita al ámbito empresarial; su fascinación se centra en cómo se obtiene información y se recopilan noticias, un cambio evidente en el flujo de entrada de información.
La dinámica ha cambiado sustancialmente, desplazando el poder desde las organizaciones de noticias hacia la audiencia. Durante mucho tiempo, la audiencia estuvo en una posición donde no tenía forma de afectar las noticias ni provocar cambios. Pero eso ha cambiado de manera irrevocable.
Ahora, los periodistas interactúan en tiempo real, reaccionando no solo a las noticias, sino a la audiencia misma. Están inmersos en un constante juego de captura, donde la audiencia no solo consume noticias, sino que también contribuye al descubrimiento de estas.
Un ejemplo revelador de la dependencia de la audiencia se dio el 5 de septiembre en Costa Rica, cuando un terremoto de magnitud 7.6 sacudió la región. En 60 segundos, la noticia viajó 250 kilómetros, pero en tan solo 30 segundos, el primer mensaje sobre el terremoto ya estaba en Twitter, propagándose por el mundo. La audiencia se convierte así en una fuente invaluable, ayudando a los periodistas a descubrir noticias, determinar el mejor enfoque y filtrar el contenido relevante.
Sin embargo, la tecnología, por más avanzada que sea, tiene limitaciones. Aunque cuentan con algoritmos inteligentes y computadoras rápidas, la verdad es una entidad compleja, emocional y humana.
A pesar de la avalancha de información, nunca podremos eliminar por completo el elemento humano en la búsqueda de la verdad, ya que esta sigue siendo una cualidad exclusivamente humana.
Vivimos en una era de información abundante, donde las herramientas tecnológicas les brindan oportunidades inigualables para investigar y descubrir la verdad. Sin embargo, deben recordar que, incluso con algoritmos avanzados y computadoras rápidas, la verdad es inherentemente humana y requiere de su sensibilidad y discernimiento para ser plenamente comprendida y comunicada.
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